El 29 de octubre se vuelve a celebrar el Día Mundial por el Decrecimiento

El Crack del 29 es la fecha recordada como la peor crisis financiera de la historia. Fue en el año 1929, concretamente un 24 de octubre cuando una gran muchedumbre irrumpió en Wall Street, frente al Edificio de la Bolsa de Valores de Nueva York, tras un radical desplome de las acciones que desató el pánico en todo el país y más allá de sus fronteras. La sociedad, adicta al lujo y al derroche a rebufo de los locos años 20, vio sus sueños interrumpidos en cuestión de horas debido a la debacle financiera. Los otrora dueños de grandes emporios empresariales terminaron el día en la más absoluta ruina, y de allí vino el sobrenombre de “el martes negro”. Los siguientes diez años serían bautizados como la gran depresión, una década llena de miseria y austeridad que dio lugar a una ola de reformas políticas, económicas y sociales y a un cambio de paradigma basado en la sociedad del consumo y el consumismo.
Como en el 29, las crisis y emergencias del presente nos sitúan en un escenario en el que el crecimiento exponencial e indefinido, consustancial al sistema hegemónico capitalista, ha llegado a los límites de un planeta finito, y se plantean dudas sobre la sostenibilidad de la propia civilización humana.
No dejan de acumularse señales de que estamos ante una crisis de mayor trascendencia y globalidad que la Gran Depresión vivida en el siglo pasado:
- Una crisis energética que supone el inicio del fin de la era de los combustibles fósiles. Según la gran mayoría de expertos ya habríamos superado el cénit de producción de todos los petróleos, mientras que para el gas “natural” este cénit y posterior declive se situaría en torno a 2030, y el del carbón en torno a 2040.
- La escasez de minerales estratégicos para la producción de tecnologías de captación de energías renovables.
- Una emergencia climática provocada precisamente por la quema de estos combustibles fósiles.
- El surgimiento del llamado “capitalismo verde” que continúa amparando la ausencia de límites a través de los fondos Next Generation.
Hace ya tiempo que el todopoderoso PIB ha perdido la batalla por ser el indicador más fiable de la felicidad de una sociedad, y desde la teoría del decrecimiento se propugna la idea de “Vivir mejor con Menos” o “Menos para Vivir Mejor” tratando de erradicar el consumo excesivo e irresponsable de recursos materiales y energéticos. Según Serge Latouche, uno de los referentes internacionales de los proyectos de decrecimiento, se debe potenciar el modelo de las “8 R”:
- Revaluar: Revisar nuestra escala de valores y optar por cooperación frente competencia, altruismo frente a egoísmo, sociedad frente a individualismo, sobriedad frente a consumismo, etc.
- Reconceptualizar: Modificar la manera en que captamos la realidad y los constructos sociales de la felicidad, la escasez o la pobreza.
- Reestructurar: Poner por delante el respeto ecológico y la vida de las personas antes de analizar los medios de producción.
- Relocalizar: Atraer de nuevo a nivel local la producción y el consumo, para erradicar los transportes contaminantes y costosos desde largas distancias.
- Redistribuir: Impulsar herramientas que detengan y reviertan el progresivo distanciamiento entre el norte y el sur y entre las clases altas y las modestas.
- Reducir: Fomentar la consciencia a la hora de determinar qué nivel se considera un consumo racional y justo, con lo justo e imprescindible para vivir.
- Reutilizar. Reparar y renovar al máximo todos los bienes, dándoles todas las vidas posteriores posibles antes de tomar la decisión definitiva de desecharlos.
- Reciclar: Aprovechar los elementos desechados cuando terminan su vida útil y derivarlos hacia otros usos alternativos.
Si estamos avocados al cambio ¿este se hará por convicción o por obligación?