¿Podemos convertir la fiesta del consumismo en el día del consumo consciente?
Procedente de Estados Unidos, el Viernes Negro (y su prolongación al Ciberlunes), se ha convertido en uno de los fines de semana más consumistas del año a nivel planetario, impulsado por las ofertas de lanzamiento ante la inminente campaña navideña.
Según describe Wikipedia, la versión que conocemos se originó en Filadelfia donde la policía de tráfico utilizaba este mote para describir el denso tráfico de gente y vehículos que abarrotaba las calles al día siguiente de Acción de Gracias, el 4º jueves de noviembre. Esta es una fecha señaladísima para la población estadounidense, ya que incluso supera a la navidad al conseguir unir a familias completas alrededor de una mesa y un pavo. Más adelante surgió una explicación alternativa que relaciona el término «negro» con el cambio de color de las cuentas económicas de los comercios, ya que abandonan los números rojos (pérdidas) para lograr cifras en negro (beneficio). Está muy difundido un bulo en Internet, desacreditado hace tiempo, que relacionaba el origen del término con la venta de esclavos negros en Estados Unidos.
En España comenzó a popularizarse cuando la cadena alemana MediaMarkt lanzó en 2012 su campaña Black Friday Sale. Grandes retailers online como Amazon o Aliexpress copiaron la estrategia de hacer descuentos durante esa semana, y desde 2015 se puede considerar que ya alcanzó su implantación generalizada en nuestro territorio. Cada año, su celebración se adelanta al principio de esa semana, en la que las compras se disparan y conllevan también de todo tipo de timos y fraudes.
El acto de la compra impulsiva genera un efímero momento de satisfacción que se convierte en vacío en los momentos posteriores. Estudios como los de Grant y Terman concluyen que la calidad de las relaciones sociales es el principal ingrediente para lograr la felicidad. El modelo de negocio consumista y la compra a través de plataformas online internacionales representan la deslocalización de la producción con respecto al consumo, ahondando en la crisis climática con importantes consecuencias en la huella de carbono del transporte de productos, la necesidad de materias primas, la generación de más residuos por embalajes, y el desecho de aquellos bienes que no se llegan a vender.
Desde hace 30 años se celebra paralelamente el Día Mundial Sin Compras, un anti-Black Friday que pretende hacer reflexionar sobre el consumo consciente justo a las puertas de la campaña más consumista del año: la Navidad. La idea surgió del publicista canadiense Ted Daves y fue publicitada por el magazine Adbusters, según el propio magazine, con el objetivo de concienciar de que «ningún objeto te puede hacer feliz. Intenta no comprar nada para Navidad y vivirás las vacaciones navideñas más divertidas. No compres nada y vívelo todo». El Día Mundial Sin Compras critica un modelo de producción y consumo a la medida de las grandes empresas y de sus objetivos de maximización de beneficios, en el que la mayor parte de los productos se fabrican en lugares y por personas que no podrán disfrutar de ellos. Miles de kilómetros de injusticia social con grandes impactos medioambientales llegan en forma de oferta en viernes negro. Numerosas asociaciones y ONGs se suman a la convocatoria y promueven Un día sin compras y 364 de consumo consciente.
En esta línea, se ofrecen -para todo el año- estos cinco consejos a la ciudadanía:
- Combate la compra compulsiva a golpe de clic. Recuerda que el consumo sostenible está basado en lo que verdaderamente necesitas.
- Cubre tus necesidades básicas sin comprar, es la solución más sostenible: repara, intercambia, comparte, crea…
- Si necesitas comprar un producto, apoya al pequeño comercio y de proximidad.
- Si no puedes comprar presencialmente, utiliza plataformas locales que unen a comerciantes de cercanía.
- Aplica criterios de compra sostenible y justa.